viernes, 12 de marzo de 2010

Semana de la mujer. Un petit hommage. IV

Mientras los autobuses aquietan la ciudad

De puntillas llegó y sigilosa ha entrado
cuando tras ella la ciudad se hundía.
¿Alguien la habría visto? Aquí
todo está en orden y la gente duerme;
y en la cocina misma los platos están puestos
la cafetera presta para desayunar.
Se quitó los zapatos y ha dejado el abrigo
en el perchero.
Ahora cierra las puertas
de la sala de estar y pone un disco.
Tendida en el sofá sin sueño aún
repasa una vez más sus sentimientos;
se acaricia los brazos, las rodillas, el pelo
y empieza a desvestirse. Como un río
de aguas tenues la inunda: la ilusión
de una voz entre otras.
Y se inventa
palabras que pudieron expresar los momentos
de ternura que hasta hoy jamás sintió.
Mientras los autobuses aquietan la ciudad
va cayendo Albinoni como cayó su ropa
y ella enciende un cigarrillo para ambientar así
el aire de la sala sobre su tibia piel
y se prepara un trago.
Dentro de pocas horas
toda vuelta a empezar; bebe a sorbos muy lentos
y sigue acariciándose.

Al cesar
la música que ama y cuando acabe el vodka
quedará un largo viaje hasta la habitación
hasta la frialdad de una cama vacía.

Ya recoge sus prendas de vestir
y limpia el cenicero y el vaso bajo el grifo:
todo en orden.
¿También su corazón
lleno de sobresaltos tan recientes?
En el cristal del baño percibe lo que es:
una hermosa mujer sobresaltada
que descubrió algo tarde la pasión verdadera.

José Agustín Goytisolo.

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