jueves, 29 de abril de 2010

Apuntes de un hombre solo. ¡Viven!

Yo pensaba que ya no existían. Que se habían exterminado por completo. Que este crudo y eterno invierno había acabado con ellas definitivamente. Incluso oí a uno de esos contertulios apocalípticos y grises disfrutar con la noticia, contrastada según él, de que ya eran historia.
No lo podía creer. Estaba comiendo, dejé los cubiertos en el plato, me levanté de la mesa y comencé a deambular por la casa con la mirada hacia dentro, como los gatos cuando duermen, e intenté mantener frescos esos últimos recuerdos que guardaba de ellas en mi cabeza.
Mientras, no paraba de preguntarme: ¿Cómo habría ocurrido?, ¿Habrían desaparecido todas entre nevadas y tormentas?, ¿Sería posible?, ¿Cómo podría vivir yo sin verlas de nuevo por la calle, tan ligeras, tan sutiles, tan volubles?, ¿Nadie ha dicho nada?, ¿Nadie se ha rebelado?, ¿Tan insignificantes son? ¿Tan mediocres somos?...
Un alud de preguntas me invadieron mientras el invierno, grande y blanco, se iba retirando poco a poco a su guarida. Ni siquiera advertí, aturdido, que un sol joven y picón buscaba un sitio acogedor entre lluvia y nubes.
Pero un día ocurrió. Estaba paseando por una gran avenida de la ciudad pensando en su ausencia cuando creí oír ese sonido tan característico que tienen. Al principio creí que era fruto de mi paranoia pero cuando otro claqueteo rítmico y susurrante sonó detrás de mí, supe que no podía ser una invención, supe que ese contertulio estúpido se había equivocado. Me paré en seco.
Esperé a que el sonido que hacía más de un año que no surgía pasara a mi lado y las vi. Por fin las vi. Las sandalias. Sutiles, simples, con una tira de cuero y una suela sin tacón. Nada más. Y entre ellas, los pies pequeños, aún blancos de una mujer relajada, que paseaba con la conciencia de que lo peor ya ha pasado, de que los días alargan y de que siempre hay tiempo para llegar.
Fue un mal sueño. Las sandalias viven. Se han desprendido de toneladas de ropa que las ahogaban en el fondo de los armarios y han vuelto a aparecer. Y si ellas viven, la Primavera es más primavera y el Verano sabe más a verano. Y yo estoy más tranquilo y sonrío cada vez que las veo pasar, despreocupadas y ligeras. Vivan las sandalias!

1 comentario:

David dijo...

Este post puede dar "pie" a pensar en que tienes alguna fijación fetichista o algo parecido (ja,ja).